La abdicación y la Tercera República

Mientras las instituciones oficiales del estado se afanaban en preparar una rápida, insípida e indolora sucesión dinástica tras la súbita e inesperada abdicación del (física y moralmente) decrépito monarca, utilizando para ello todos los medios de propaganda y desinformación a su alcance, incluidos los medios de comunicación* de nuestro cancerígeno sistema político y económico; mientras se sucedían las alabanzas al decadente ex-monarca y a su egregio sucesor como los idóneos paladines para sostener el actual sistema de gobierno; mientras se aclamaba la monarquía como garante de la democracia (algún día, alguien tendrá que explicarles a esos lumbreras la diferencia entre “antónimo” y sinónimo” y, con mucha paciencia, explicarles ) y de la estabilidad del país; mientras el sistema se frotaba las manos por el éxito de la operación…miles y miles de ciudadanos de todo el estado se acercaban a plazas y lugares emblemáticos de sus ciudades, guiados en el mejor de los casos por un hashtag o un comentario en las redes sociales (es el inicio de la primavera española!?;), llevando consigo banderas republicanas y mucho ánimo para gritar a quien quisiera oírle que ya no es tiempo para sucesiones principescas, que no son súbdit@s y que como ciudadan@s quieren poder decidir la forma de gobierno (o de desgobierno) de este país. Fueron tantos, que hasta los medios de comunicación se tuvieron que hacer eco de las concentraciones y hacerles un pequeño hueco en sus informativos.
Esta es una pequeña crónica en fotos de una de estas concentraciones.

*todo un ejemplo de manipulación mediática, la puesta en escena de sus servicios informativos respondió punto por punto al manual de mala praxis: alabar la figura del ya ex-monarca, enfatizando y honrando cualquier aspecto positivo que de su política o acción de estado pudiera extraerse y obviando cualquier sombra que pudiera oscurecer sus años de reinado (achacando aquéllas a quienes formaran parte de su entorno y alejándolas siempre de su figura); para, a posteriori, ensalzar y magnificar la figura del sucesor, de tal manera que aparezca como la única persona capaz no sólo de asumir la jefatura del estado, sino de salvaguardar la monarquía que, dicho sea de paso, no es necesario cuestionarse porque es lo que mantiene a flote este país dejado de la mano de Dios; sin olvidarse, por supuesto, de trufar los sucesivos publirreportajes sobre tamaña figura con simpáticas anécdotas y pueriles comentarios sobre sus entrañables figuras y añadirles algún que otro testimonio de personas anónimas que, al ser abordadas en plena calle expresaban o, más bien, corroboraban las luces que de nuestros monárquicos protagonistas emanan, para regocijo de l@s próceres de la información y del gobierno de la misma.


 





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