Sobre la forma y el contenido


En estos tiempos de asepsia y tiránica corrección política uno no sabe si lo que verdaderamente importa son las formas o el contenido; es decir, si debemos preocuparnos por la autenticidad o si sólo es necesario vestirla con bonitos ropajes y convenciones sociales para convertir la ficción y sus sucedáneos en realidad. 

El pasado viernes, los trabajadores de una empresa de autobuses con capital privado y público volvieron a manifestarse por las calles de Bilbao para reivindicar sus puestos de trabajo, que la empresa cumpla con lo prometido en acuerdos anteriores y no destruya empleo. La manifestación discurrió, como no podía ser de otra forma, sin incidentes y siguiendo la estructura y la forma correcta de proceder, tanto por parte de las autoridades como de los manifestantes, que se comportaron como de ellos se esperaba: ruidosos, reivindicativos, si, pero pacíficos; de tal forma que, más allá de los habituales problemas de tráfico que genera una manifestación de este tipo, lo más destacable fue la curiosidad que generó en un grupo de turistas que esperaba a que pasara la manifestación para que el bus que les traslada al aeropuerto pudiera acercarse.

Dejando atrás la manifestación, y siguiendo por la misma avenida unos cientos de metros, nos topamos con un acto institucional en el que la asociación contra el cáncer nos recordaba que hoy domingo se celebra el Día Internacional contra el Cáncer de Mama y que no debemos olvidar que hay que seguir financiando la investigación contra éste y otros cánceres a la vez que acompañar y apoyar a tod+s l+s que padecen esta enfermedad. Lástima que toda la emotividad del acto parecía diluirse en la atención que los medios de comunicación prestaban a los representantes institucionales, entre los que se encontraban el Alcalde y el Defensor del Pueblo, hombres ellos, y en un protocolo que iba dictando los pasos a seguir para la correcta evolución del acto, que finalizó con la suelta de un millar de globos rosas que los asistentes aplaudieron antes de acudir presurosos a donar su pequeña aportación (donación que algun+s de los asistentes tuvieron que repetir a petición de los medios de comunicación para que las cámaras pudieran captar el momento exacto de la misma). 

A medida que el día avanzaba, fue el turno de los representes culturales y artísticos para escenificar la, en teoría, apertura de la temporada de exposiciones en las galerías y centros culturales de la villa. Digo en teoría, porque cada cual ya había planificado con anterioridad su propio programa. Siguiendo la teoría, uno podría esperar que, en este caso, la creatividad fuera un poco más anárquica y se impusiera el contenido de las propuestas artísticas a la forma de presentarlas. Sin embargo, el énfasis se puso en el contenedor y en la “fiesta” del arte, dónde artistas y público pudieran repetir los tópicos que acompañan este tipo de manifestaciones, a saber, entre otros: aspecto alternativo (el atuendo cobra aquí una especial importancia), una obra que no despierte mucho la conciencia del público (de lo que se trata es de comprar algo que podamos poner en el salón de casa) y ambiente festivo donde ver y dejarse ver.


Pero, oh pero! siempre hay algo o alguien que, sin preocuparse tanto de las formas, es capaz de ofrecer algo un poco más especial y demostrar que lo importante no es la portada sino el sonido. Así que, antes de terminar esta pequeña crónica de un extraño día de verano otoñal, gracias a la “La Baldosa Flotante” por ofrecernos un concierto alejado de toda parafernalia y lleno de autenticidad, arte y sensibilidad.

A todo esto, ese viernes se celebraba también el Día Internacional para la Erradicación de la pobreza, pero no logré encontrar a nadie que le preocupara sacarlo a colación, ya sea en un acto formal o de reivindicación; aunque quizás, simplemente no fui capaz de verlo.


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