Tres Otros Reyes Magos pugnaban a lo largo del día por
atraer el mayor número posible de súbditos a su reino.
El Rey Decrecimiento ofrecía a sus futuros súbditos la
posibilidad de elegir con total libertad aquellos bienes que otr+s habían
dejado ya de utilizar; de tal forma que tuvieran una segunda, tercera o cuarta
vida, evitando así el consumo incesante de productos nuevos de la línea de obsolescencia
planificada, contribuyendo por tanto a un consumo más responsable y ecológico.
El Rey Solidario, por su parte, ofrecía deliciosos trocitos
de salvoconductos del alma a cambio de un mínimo impuesto cuya recaudación,
además, iría destinada única y exclusivamente a fines de carácter social y a la
solidaridad con l+s enferm+s y l+s que menos tienen.
Finalmente, el Rey Consumo desplegaba sus mejores ofertas
de aquellos productos que nos prometen la belleza y la felicidad material,
envueltos en lazos y cajas de oro y entregados en prácticas bolsas de
transporte individuales. Escaparates a la eternidad efímera que, además, puedes
regalar a tus seres queridos; quienes, a su vez, pueden ofrecer a sus propios
seres queridos en una cadena infinita de felicidad material.
Sin embargo, y a pesar de poner todo su empeño en la
tarea, lo que el Rey Decrecimiento y el Rey Solidario no sabían, era que el Rey
Consumo había ganado hace tiempo la batalla, ya que contaba con la ayuda del
mejor aliado posible: un niñ+ de tres años de edad, egoísta, iracundo e
insaciable de juegos, cuyos padres, atrapados entre “la realidad” y la falta de
coraje, morirán para ofrecer a su hij+ aquello que lo calme y entretenga un
rato.
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