No es habitual
encontrarse a un grupo de técnic+s y actrices y actores rodando una película en
el centro de Bilbao. No es que sea un espectáculo digno de verse, pero desde
luego, es entretenido; además de “inspirador”, sobretodo cuando te das cuenta
de que de ese breve instante de grabada actuación, surge una secuencia de
imágenes más o menos creíbles en HDMI.
En cualquier caso, verle
las “tripas” y los “hierros” a una producción cinematográfica me ha parecido una
experiencia mucho más amena e interesante que cualquiera de los actos
programados para celebrar la exaltación nacional de vivir en este determinado
país y de ser parte de una historia colonial de saqueo, sometimiento y
asesinato y un presente miserable dominado por las desigualdades, las
injusticias y el hedor de la corrupción.
Ambas, la cinematográfica
y la política, son ficción, pero la primera, al menos, no tiene tantas ínfulas
ni tantas malditas consecuencias.
En fin, demos paso a las
imágenes de “Rodando un 12 de octubre”, que por no tener, no tienen ni ínfulas
ni presunción, pero quizás entretengan.
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