Votad, botad maldit@s


Saltad de alegría grandes y pequeñ@s, la fiesta de la democracia llegó a tu ciudad y tiñó de azul los cielos para que tod@s pudiéramos acudir con nuestra papeleta fetiche al encuentro de la urna de los deseos y pedir todo aquello que nos dé la felicidad: un trabajo fijo, aunque sea de media jornada; protección para los pobres, desemplead@s y olvidad@s del sistema; la redistribución equitativa de la riqueza y de los recursos; legislaciones efectivas que garanticen la protección del medio ambiente y de todos los seres vivos con los que compartimos espacio; leyes que garanticen la justicia universal pero castiguen a los corrupt@s; o porque no, la paz en el mundo.

Reíd, aunque sea de los nervios o de pánico porque, una vez más, el genio de la lámpara no ha dado abasto para cumplir tus deseos, ya que tenía que favorecer nuevamente a l@s mism@s. Que, ¿quiénes son?

En primer lugar, sus señorías: congresistas y senadores que podrán continuar (o iniciar) su carrera profesional al servicio de sus intereses partidistas y, sobre todo, de su futura jubilación.
Además, también están de enhorabuena tod@s l@s asesor@s, consejer@s, asistentes, amig@s y familia política de sus señorías, un pedacito de la lotería de los sillones y los puestos en la administración pública también es para ell@s.
Por supuesto, felicidades a tod@s l@s que se benefician del sistema: banquer@s, grandes empresari@s, ejecutiv@s y sus multinacionales, inversor@s, especulador@s y evasor@s fiscales…tod@s podrán seguir alimentándose del Estado.
Y, como no, a tod@s l@s bienaventurados que creen que, a través de la democracia representativa, la sabiduría popular y la suma de (in)consciencias traerá por fin al líder adecuado que, cual Mesías, salvará al pueblo de los estragos causados por el propio Mesías.

Y si, en las líneas anteriores utilizo términos religiosos para hablar de la democracia; aunque pueda parecer incongruente, no encuentro otra manera de explicar cómo es posible que más de 36 millones de electores participen de la elección de un único candidato (utilizo sólo el término masculino puesto que todos eran de dicho género) para que, junto a sus apóstoles (evidentemente l@s miembros del gobierno), rija los destinos de una población de más de 40 millones de personas.

Hace falta mucha fe para creer que l@s candidat@s elegid@s por el sistema (ese mismo que crea desigualdades, injusticia y dolor) van a renovarlo, desmontarlo o, definitivamente, democratizarlo, para el beneficio real de toda la población; hace falta mucha más fe para creer que l@s vencedores defensores de la ley mordaza van a luchar por nuestras libertades; y hace falta tener una fe ciega para creer que esos mismos vencedores y defensores a ultranza del neoliberalismo (ese mismo que crea todavía más desigualdades, injusticia y dolor) van a paliar o enfrentar sus estragos.

Será pues, que España tiene fe y, tal y como aseguran, es un país de moderad@s creyentes que confía en que el Señor o Señora finalmente responderá a sus plegarias; o, quizás, pudiera ser que su población no está principalmente conformada por ciudadan@s libres y responsables con sus derechos y deberes, sino por súbditos leales a una Corona sujeta solo al derecho divino (eso afecta lo suyo al cerebro).
El caso es que, en vez de pensar con lucidez, España cree.

O quizás, estas líneas solo son la pataleta de un ateo republicano.


À bientôt





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