Cada vez que “pienso” en la palabra democracia, no puedo
dejar de “fantasear” con la siguiente imagen: en un recinto abierto, dígase un
parque o plaza públicas en o cerca del centro de la ciudad, una serie de
personas debaten problemas y posibles soluciones derivadas de la falta de
sentido común, del egoísmo y del abuso cotidiano (sobre sus conciudadan+s y el
resto del planeta) de la ciudadanía y sus próceres; las personas allí reunidas
hablan en nombre de quienes les han concedido la prerrogativa de representarles
(sus vecinos, electores…) y asumen que, independientemente de los apoyos que
reciban de parte del resto de representantes, no están allí para imponer sus
opiniones; además, son plenamente conscientes de que, cualquier decisión allí
acordada, tendrá que ser a su vez debatida y, en su caso, ratificada, en las
instancias que representan, primero a la comunidad a la que pertenece nuestra
ciudad y, mas tarde a la entidad que acoge al resto de comunidades que forman
un país, estado o unión indeterminada.
Ah, ¿Qué eso podría tener sentido en un mundo que, tras
una devastadora guerra nuclear, hubiera quedado reducido a unos pocos países,
compuestos de aldeas y dos o tres ciudades, habitadas por una ciudadanía
educada, que ha asumido derechos y responsabilidades y, sobre todo, hubiera
adquirido la consciencia universal de vivir en el respeto y el cuidado de todo
ser vivo con quienes comparte lo que queda de planeta?
Utopías sois y en utopías os convertiréis.
Quizás, pero siempre he pensado en el hecho de que tod+s
aquell+s que forman parte de una comunidad, región, estado o entidad
supranacional, otorguen el poder de representarles, dirigirles, liderarles y
gobernarles, a una sola persona, apoyada en su cohorte de iguales, junto con los
representantes de las élites políticas, económicas, sociales y culturales,
gestionando y legislando para favorecer sus propios, y únicamente sus propios,
intereses; bueno, eso si que parecía una utopía.
Y ahora, a ver quién es el valiente que les dice que
tienen que dejar el negocio que han montando, devolver la soberanía a la
ciudadanía, restaurar todo lo que han expoliado, robado y malversado y pedir
disculpas por ello…
El resto, como bien dices, es tontería.
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