Democracia(s) y utopía(s), al hilo de las elecciones autonómicas del 25S

Cada vez que “pienso” en la palabra democracia, no puedo dejar de “fantasear” con la siguiente imagen: en un recinto abierto, dígase un parque o plaza públicas en o cerca del centro de la ciudad, una serie de personas debaten problemas y posibles soluciones derivadas de la falta de sentido común, del egoísmo y del abuso cotidiano (sobre sus conciudadan+s y el resto del planeta) de la ciudadanía y sus próceres; las personas allí reunidas hablan en nombre de quienes les han concedido la prerrogativa de representarles (sus vecinos, electores…) y asumen que, independientemente de los apoyos que reciban de parte del resto de representantes, no están allí para imponer sus opiniones; además, son plenamente conscientes de que, cualquier decisión allí acordada, tendrá que ser a su vez debatida y, en su caso, ratificada, en las instancias que representan, primero a la comunidad a la que pertenece nuestra ciudad y, mas tarde a la entidad que acoge al resto de comunidades que forman un país, estado o unión indeterminada.

Ah, ¿Qué eso podría tener sentido en un mundo que, tras una devastadora guerra nuclear, hubiera quedado reducido a unos pocos países, compuestos de aldeas y dos o tres ciudades, habitadas por una ciudadanía educada, que ha asumido derechos y responsabilidades y, sobre todo, hubiera adquirido la consciencia universal de vivir en el respeto y el cuidado de todo ser vivo con quienes comparte lo que queda de planeta?

Utopías sois y en utopías os convertiréis.

Quizás, pero siempre he pensado en el hecho de que tod+s aquell+s que forman parte de una comunidad, región, estado o entidad supranacional, otorguen el poder de representarles, dirigirles, liderarles y gobernarles, a una sola persona, apoyada en su cohorte de iguales, junto con los representantes de las élites políticas, económicas, sociales y culturales, gestionando y legislando para favorecer sus propios, y únicamente sus propios, intereses; bueno, eso si que parecía una utopía.
Y ahora, a ver quién es el valiente que les dice que tienen que dejar el negocio que han montando, devolver la soberanía a la ciudadanía, restaurar todo lo que han expoliado, robado y malversado y pedir disculpas por ello…

El resto, como bien dices, es tontería.



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