Uno de esos días...

...en los que, aquell+s que pudieron permitírselo, aunque solo sea brevemente, comprendieron en mucha mayor medida, de que “trata” en última instancia, eso que llamamos vivir.

Y digo aquell+s que se lo hayan podido permitir, porque la inmensa mayoría de l+s trabajador+s precari+s de esta ciudad, autónom+s, aquell+s con personas a su cargo y, entre otr+s much+s, tod+s aquell+s que trabajan para que el resto podamos acudir a nuestros lugares de trabajo, hogares y allí donde fuera necesaria nuestra presencia; tod+s ell+s, han pasado una jornada llena, cuando menos, de dificultades, si no de peligros cuando han tenido que desplazarse. En todos esos y muchos otros casos, la nieve ha sido cualquier cosa, menos “amable”.

Pero, el resto, aquell+s que bien se “quedaron atrapad+s” en la ciudad, bien no tenían muchos otros sitios donde ir o, simplemente, no les dejaron “ir”; tod+s sin distinción se dieron cuenta de una cosa que intuían desde hace mucho tiempo: y es que la vida, básicamente, se compone de tiempo y compañía, y que ambos se funden en una sola máxima: pasar el mayor tiempo posible con aquell+s que nos quieren y dedicar el mayor tiempo posible a aquell+s a l+s que queremos.
Ayer, durante un breve espacio de tiempo, much+s no miramos al reloj. Aspecto éste que no es baladí; porque el reloj no marca nuestros biorritmos, ni muchísimo menos, el reloj marca nuestras “obligaciones”, y éstas, no suelen ser precisamente las que más favorecen la vida.

En fin, que por un instante, vi a muchísima gente divertirse feliz junto a sus hij+s, compañer+s, amig+s o conocid+s, sin mirar sus relojes.

Y me acordé de Momo...vaya cosas.




















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